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2014-11-29

El juego.


Tampoco hoy empezaré por llamarte querido, me parecería absurdo por mi parte hacerlo,
incluso atrevido, por el poco tiempo que hace que nos conocemos. ¿No crees?
Así pues, comenzaré como siempre, sin tediosas presentaciones y directo al tema.

Siempre me pilla en pelotas esa canción que me recuerda a algún momento, una que al escucharla me lleva a ese instante concreto, de tal manera que llego a tener la sensación de estar viviendo aquello de nuevo.

Eso mismo me ha pasado hace un momento tan solo, al encender la radio para ducharme.
Ya sabes lo que me gusta escuchar música mientras me aseo, pues fíjate,
solo con el comienzo del bajo y los platillos de esa canción ya me he acordado.
¿Tú crees en la casualidad?
Era junio y sonaban los Guns N' Roses en el Ipotx, el rockbar de moda del momento,
en la zona de copas de la ciudad,  donde los niños de papá siempre estaban de más,.
My Michelle, esa creo que era la canción.
Fue, como te digo, a principios de mes y hacía calor.
¡ Joder, es que por entonces, en junio ya hacía calor!.

Lo recuerdo por aquel mínimo vestidito corto, azul oscuro, con florecillas blancas 
y que ella llevaba aquel día, coqueto y tan generoso en el diseño,
que se afanaba por mostrarme e incluso por invitarme, con gracia y descaro,
a una simple caricia ya, a un roce de una vez, a un "disculpa, fue sin querer" tras un empujón simulado por parte de mis manos,sobre esa piel tan blanca que cubría,
del mismo color del sol en algunas tardes de febrero; casi pulida y tan sensible que incluso se alteraba con solo peinar su pelo con mi voz, desde un costado,
a eso de la altura del hombro, a escasos dos, tres milímetros sobre su piel  y con un simple, "¿y tú txiki, qué tomas?.

Tal vez fuese solo un juego del que parecía que fuésemos dos conscientes consentidos
y nos divertía jugarlo. Ocurría siempre lo mismo.
Ella me miraba, solo me miraba y yo tenía que insistir, acercándome más a ella,
hasta casi saborear su dulzura natural, salpicada de esa fragancia tan fresca
que ella solía dejarse prendida, con solo dos gotitas, sobre su cuello.
Entonces yo se lo repetía sí, pero más bajito, tanto, que era ella la que tenía que acercarse. Y lo hacia, se acercaba hasta tocarme el corazón, sin dejar de darme un anticipo
de los besos que nos ibamos a dar, con solo mirarme.

Así, aquel día de mediados de un junio tan habitualmente cálido;
mientras en el rockbar de moda, hoy un "Compro oro", sonaba My Michelle,
fue que de tanto jugar a acercarnos, acabamos por encontrarnos y al fin tocarnos,
a eso de la altura de la boca, en aquel nuestro primer beso.

Hoy ya ha pasado mucho tiempo y es noviembre, pero esa canción de entonces
me ha llevado a revivir nuestro juego y a confesarte a ti, día 29 de mi diario,
que yo también era feliz cuando nos haciamos aquello y que en cierta forma,
no sea tanto la canción como el juego en sí, 
lo que ahora echo de menos.

M.B.14

My Michelle.
Guns N' Roses.
Video


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